El otro viernes, después de siete días de autismo, me puse bien guapa y me fui al cumple de tres amigos que entran en eso que llamamos la era de los cuarentones. Me vestí de sonrisa, un bien -vamos tirando- y con altura, con buenos tacones, para eso de estar a la altura o sentirme de altura. Míralo como te venga.
En un pub de -que buena pinta tiene-, y que después de un ratito te dices,- estoy presenciando sus últimos días de vida-, nos encontramos los de Prospe, mis amigos, unos más que otros, de Madrid, aquellos que me hacen sentir que pertenezco a este sitio, que formo parte de un grupo común.
No nos engañemos. Soy una adoptada. Pero una adoptada aceptada. Con mis rarezas, mis desaires, mis apariciones y desapariciones. Soy una adoptada siempre bienvenida, porque mis amigos de Prospe siempre me dan la bienvenida con muy linda educación, cariño y afecto.
Pues eso, que andaba yo disfrutando del buen humor y maliciosa ironía de los y las Prospes, sentadita en un muro separa espacios, charlando con una de las amigas de los Prospes, de origen madrileño de hábitat ibicenco. La buena niña, porque sabes que eso se sabe solo mirar, se esforzaba en situar su presencia allí. –Yo soy de aquí de toda la vida, yo les conozco desde siempre, soy N, con la vivió Noe cuando andaba allí. Es que en Ibiza estoy muy bien de trabajo, pero claro,….esto se echa de menos-.
Le escuchaba mientras intentaba comprender por qué me explicaba tanto y tanto. Y, entre sus palabras de introducción, cuando fui a situarme a mí misma, sin muchas ganas, para qué te voy a engañar, me dice: –Bueno yo sé quién eres. Te conozco-.
Me quedé mirándola sorprendida y diciéndome – Ya está L, tu puta y jodia memoria ha eliminado a esta chica de tus recuerdos -¡Joder, niña esto te lo tienes que mirar!-.
Le seguí observando mientras intentaba balbucear un :«discúlpame pero no recuerdo aquel día desconocido que parece ser nos conocimos».
No hizo falta. N, la buena niña, se dio cuenta de que yo no tenía ni idea de qué me conocía, por lo que enseguida intentó tranquilizar a mi preocupación sobre mi memoria o falta de ella.
– Estás en todas partes–
– ¿Perdona?- Le digo sin acritud y con mucha curiosidad, sabedora de que cada vez estoy en menos partes.
– Bueno. Estás en todas las fotos. Se te nombra.
– ¡Ah, claro! Me digo. Facebook.
– Bueno y…– continúa con una pequeña pausa –Y leo tu blog–
Ahí calló y yo callé. Le miré y esperé. No hubo ni un comentario. Entonces entendí porque me hacía un resumen de su vida. Ella ya conocía mucho de la mía.
Ahora llevo tiempo meditando sobre si debo parar… No es por pudor o vulnerabilidad..Es que… es que si sigo así… llegará un momento en el que no dejaré ni un espacio a la pregunta, ni una respuesta a la sorpresa.
Ese mismo día, por la mañana, Él me dijo -Llevas una semana sin escribir. ¿Te sientes vulnerable?-
-No-. Le respondí con seguridad -Cuanto más escribo, más fuerte me siento. Pero- y aquí sí le engañé -Es que noto que tengo que silenciarme. Tomar mi tiempo-
La realidad es que no quiero que Él sepa nada, absolutamente nada de lo que siento, vivo o padezco.
En definitiva, que tengo un conflicto de intereses. ¡Vaya!, Él lo diría así, muy de negociación.