Es que te dejas querer!

Han leído esos libros de autoayuda o consejos larguísimos que te taladran el cerebro con recomendaciones sobre el quererse a sí mismo. A mí me producen tanta repulsión como los email de videntes que te aseguran felicidad.

«Amiga mía, tus problemas se acaban con un clic en este correo». «Querida, es fácil, a ti lo que te pasa es que no sabes quererte. Quiérete mujer«.

Ayer recibí una llamada. Fui la gran afortunada de disponer de un súper descuento en los servicios de funeraria de chichinabo compañía. –No me interesa -le digo.

Pero, señora, solo tiene que pagar 4 euros al mes. Es una oportun…No me interesa– Le interrumpo con tono mecánico-

Pero, ¿Va a dejar a su familia con esa carga?- 
¡Vaya! Ahora chantaje emocional, pienso. –Bueno, verá– y así intento llegar a la última frase de la conversación –No me ha entendido. No me interesa morirme y a mi familia tampoco le interesa mi muerte, por lo menos en estos momentos. Por lo tanto no veo necesario optar por la súper oferta. Le agradezco su preocupación por mí o los míos. Pero le aseguro que ya nos preocupamos nosotros de nosotros. No se lo tome a mal, pero no nos ocupa la preocupación ajena. Seríamos muchos preocupándonos por mi muerte. Muchas gracias. Buenas Noches-. Y con esa elocuente frase que solté porque tenía tiempo, dejé a la interlocutora del otro lado de la línea escuchando el tu, tu, tu

Ya van a hacer dos años que uno muy importante en mi vida me afirmó con rotundidad -No te dejas querer- Todo lo que decía él en ese momento era relevante. En casi todo lo que pensaba él en ese momento confiaba. Por eso creí que podía tener razón. Que mi gran problema era el no dejarme querer. 

Así que, después de soltar a aquel a quien no dejaba quererme, decidí trabajar en eso de dejarme querer. !Vaya experimento, señores¡

Empecé muy adentro y fui quitando capas.

Comencé con la fragilidad de mis ideas que fueron cayendo tras de mí. Afortunadamente, aunque algunas se perdieron por el camino, a dos pasos había alguno de los míos con un saquito recogiendo las importantes.

Seguí con mi aparente fortaleza a la que le quité la armadura porque ya pesaba ¡Coño!. Chirriaba y estaba oxidada. Al verme, alguno de los míos empezó a cubrirme de frente y a los lados intentado amortiguar los golpes que recibía. Para aquellos inevitables, llevaban consigo algodón y alcohol.

Continúe con los emociones. Les abrí la reja que las mantenía a raya para que tomasen aire, que estaban las muy pobres angustiaditas. Así, mientras ellas iban liberadas saltando como locas, alguno de los míos las agarraban de las patitas, manteniéndolas cerca del suelo para que no escapasen y poder devolvérmelas cuando las necesitase.

Fui alejándome de la entretenida compañía, creyendo que para quererse a uno mismo hay que buscar la manera de estar solo con uno mismo. Pero alguno de los míos observaba para de vez en cuando interrumpir mi meditar, no fuese a ser que perdiese el camino de vuelta en ese paseo por la infinita soledad.

Decidí cargar mi voluntad de educados y olvidados valores conocidos por ética, moral y honestidad, andase como andase el mundo. Andando así los dos, el mundo y yo, por caminos paralelos sin ningún punto de unión. Y, nuevamente, alguno de los míos, me acompañaba con consejos susurrados que me decían: ‘¿Estás segura, amor? Tú haz lo que creas, pero es que el mundo es muy grande y tiene sus reglas aunque no te parezcan buenas. Te va a dar buenos bofetones con ellas y tú no llevas armadura’. 

Finalmente escupí mis secretos como último golpe de efecto de liberación y autoamor. Entonces muchos de los míos me aplaudieron y elogiaron, felices por mi desahogo, convencidos de que fue una buena decisión.

Y aquí me tienes. Desnuita y pasando frío. Con solo dos o tres ideas claras recogidas por alguno de los míos. Batallando sin armadura, con moretones de todos los colores. Intentado educar a las emociones que siguen como locas con intención de huir. Acompañando a la soledad con la compañía de algunos de los míos. Regañando al mundo con mis rebautizados valores. Y sin secretos, ni misterios.

Con esta facha me dice Él, ‘-Es que te dejas querer’- . ¡Vaya!

 ¿Saben señores? Pues no me siento mejor. Estoy agotada, tengo frío y no ando con fuerzas p’ seguir sin armadura, con las emociones revoloteando, valores inútiles, andando por un camino solitario y sin secretos que produzcan curiosidad. Ha sido un duro trabajo y p’ na, porque tras escuchar esta frase me di cuenta del proceder del problema. No es mío. No es que yo no sepa quererme. Es que son otros los que no saben querer.

Así que, queridos míos, tiren a una hoguera los libritos de autoayuda, programen un  email de «A la mierda» p’ las videntes, y a las comerciales de súper chollos de funerarias díganle: -«Señora mía, en estos momentos me preocupa el cómo vivir, no cómo morir, y le aseguro que los míos tienen la misma preocupación por mí’-. 

Se lo dedico a todos los míos, a los preocupados por mi vida, y a los que me saben querer, sepa yo hacerlo o no.  

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