
Los Tres Ventanales
Un comienzo que lleva a un camino no esperado.
Los Tres Ventanales fue el primer relato que escribí y terminé. Mi madre murió el 26 de noviembre de 2004. Mi desmemoria, por protegerme, supongo, me oculta los recuerdos de esos meses. Algunos largos años después, mi amiga Ara me contó que me pasé un tiempo silenciosa y adormilada. Que me quedaba en la cama, llorando o durmiendo mientras ella y Pedro se iban alternando en mi cuidado. No lo recuerdo. No tengo la imagen de verme en la cama. No tengo la imagen de mis lágrimas. No lo recuerdo. Y entiendo el por qué.
Este relato lo escribí entre esas duermevelas. Cuando lo terminé, supongo que me levanté de la cama, la hice, porque yo siempre hago la cama, y retomé esto de vivir.
Las Palmas de Gran Canaria, Noviembre de 2004
Capítulo I
El Día del Cambio
Un día, en mi niñez, decidí que lo que yo quería ser de mayor era escritora. Lo guardaba en secreto, supongo que por timidez, y cuando los adultos hacían la inevitable pregunta de «¿Tú que quieres ser de mayor?» no recuerdo que les contestaba, cualquier cosa excepto escritora mientras me decía a mí misma, yo quiero escribir bellas historias que emocionen al mundo.
No sé a qué edad comencé a soñar con mi utópica profesión, pero seguro que fue después de la muerte de mi padre. Después del Día del Cambio.
Capítulo II
Mamá
Tras el Día del Cambio, el tiempo fue pasando de una forma diferente a la conocida hasta el momento. Con falsa calma, esperadas tormentas y continua incertidumbre.
En uno de esos años indeterminados, mi madre decidió cerrar el balcón de casa. Fue una buena idea porque ese espacio inútil era un rectángulo creado para el beneficio del viento que con furia solía visitar el barrio día sí y día también.
Mamá se gastó un dinero que se esfumaba rápidamente en poner tres grandes ventanales con tres grandes estores.
Capítulo III
La Exprincesita
El Día del Cambio trajo consigo, pues eso, cambios. A partir de entonces comencé a darme cuenta de cómo poco a poco todo lo que estaba a mi alrededor se iba alterando. Primero desaparecieron cosas a las que no les daba importancia pero que, al fin y al cabo, eran parte del guión de nuestra pequeña familia.
En la casa no sonaban acordes de guitarras, risas y versos de reuniones de amigos. Los domingos no llegaban con sus respectivos cómics.
Capítulo IV
Los Parientes
Los abuelos, tíos, primos y demás parentela siempre estuvieron presente en el guion de mi pequeña familia, entrando y saliendo de nuestras vidas con diferentes papeles de extras. Hasta el Día del Cambio estar con ellos significaba comidas, vacaciones, reencuentros o celebraciones que representaban momentos de diversión.
Capítulo V
El Rey, la Reina y la Princesita
Sin aviso y de repente, como todo lo trascendental en mi vida, apareció el pasado de mi pequeña familia. Se desprendió de las corruptelas de años atrás. Desenterró el amor de mis padres, la armonía de mi hogar, el inmenso cariño de mi pequeña familia. La intimidad de tres.
Fue el día que recuperé mi memoria.
Secuela. Mi Talón de Aquiles
Alfonso Morant y Alicia Meneses
“Necesito hablar con alguien en quien confiar”. Tremendamente confundida, dolida e incluso sorprendida. Mientras repasaba, buscaba y rebuscaba en mi mente, le mandé este wasap a mi prima Ele, la espiritual, la abogada, la consejera y la que tiene ocho meses más que yo.
Ella siempre está, no duda de mí, de mis palabras, ni mis intenciones, y sé que siempre me responde.
Madrid, junio de 2016. 12 años después.