Antes de colgar el teléfono me dijo: «faltan las dedicatorias. Tienes que pensar a quién se lo dedicas… a tu padre…». Y me he quedado pensando. Sí claro, a mi padre le dedicaría cada momento de mi vida, pero no, a él no. Él no lo puede ver, ni puede sentir orgullo, ni se va a enterar de lo importante que es para mí. Así que no, a él no. Hay tantos a los que dedicárselo.
El trío casi ha terminado su viaje. Un viaje de un mes con paradas intermitentes. Un viaje emocional de subidones y bajones, intensidad y agotamiento, dudas y replanteamientos, paseos p’ el centro, vueltas p’ casa, metros, coches y taxis. Charlas y charlas, cafés, vinos y cerveza, programación e improvisación. Amaneceres, atardeceres. Un viaje por mundos, cielos y tierras.
Hemos vuelto de nuestro viaje llenos de souvenirs y ahora cada uno tendrá que repartir entre los suyos. He decidido empezar a repartir los míos.
Tres ocasiones, también.
En tres ocasiones me he sentido como el Ave Fénix, consumida por el fuego y resurgida de mis propias cenizas. En tres ocasiones he sentido morir literalmente y en las tres ocasiones he resucitado. Pero al contrario del pájaro de fuego, mis plumas no aparecen solas, yo no las hago brotar. A mí me las van pegando con la gotita al esqueleto manos de diferentes colores y de ahí que mi plumaje tenga esta infinita variedad cromática.
En mi tercer resurgir, las manos de los que han dispuesto las plumas son de:
La Ratita, Silvia, la primera que está siempre, la que nunca se va. Esté como esté, ella siempre está, por sus «te quiero», por sus sorpresas, por sus canciones, por su «Your song». Marta, fundamental en el proceso de quemado necesario para volver a resurgir, la ayuda desinteresada que se necesitó en el momento justo, las lágrimas compasivas que me abrieron los ojos. Miguel, su alma gemela, cuya presencia traslada firmeza. Alberto, que volvió de la ausencia y con maña se reinstaló en mi vida demostrándome que se podía confiar. Por sus mimos, chapuzas, consuelo, abrazos, besos y cenas de entre semana. Nati, que con sus llamadas de reconocimiento me dice que soy importante en su vida. Palo y Cristina, porque su compañía ha sido reconfortante en momentos que debía llenar.
Aubin y Astrid. El primero, por su capacidad de estar cuando debe estar. Por su presencia en el momento justo, por su calmada voz y serena mirada. La segunda, por el respeto y admiración que se ha ganado, por su actitud conmigo, por su sincero cariño, por su desinteresada preocupación, por gastar el tiempo que no tiene en mí. Elisa, por demostrarme que puedo amar a un niño.
A Eva V y Ramón A. A ella porque siempre le he gustado tal y como soy, porque a pesar de dejar de ser familia, ha permanecido siendo mi familia. Porque su presencia constante en mi vida me demuestra que yo sí puedo querer a otras familias. A Ramón por saber que soy importante en su vida, por dejarme en mi lugar, por recordarme en los momentos importante en la vida de ellos, a pesar de que ya no soy de su familia.
Charo, mi Charo. Por ser grande conmigo. Por los cuidados banales vitales para mí. Por frases magistrales y por esa llamada semanal puntual y nunca fallida. Javier C, por apostar por mí, dejarme libertad y permitir mostrar mi creatividad, confiar, traicionarme cuando hacía falta y tenerme en mente. Eva P, porque me gusta, porque me aporta, porque es discreta y respetuosa, aunque no lo parezca, porque me permitió, acompañó y apostó conmigo en retos fallidos. Eva C, por su serena empatía, sentido del humor y sincero afecto. Bruno, porque me siguió la corriente en los disparates, materializarlos, y por estar, ir y venir en los momentos improvisados. A Charo Pérez, por cuidarme, hacerme más bella, los mimos y gustarle por mí misma, no por lo que era y por donde estaba.
La Rana, Paco, porque su entrada en mi vida fue fundamental para poder alejarme, para encender la cerilla. Porque me reeducó en la confianza hacia el sexo masculino. Edu, por su misticismo y su torpeza que inconscientemente me devolvió la firmeza robada. Mi polvo amigo, Gonza, por cubrir espontáneamente necesidades solo físicas y hacerlo bien. Carlos, el macarra, por su deseo sexual no correspondido y su interesante e inteligente conversación.
Lidia, por su persistencia a pesar de mi ausencia. Por su visión de mí, por su fuerza. Marlene, mi mexicana cooperante, por su sorprendente llegada, por su reentrada en mi vida venida de Kenia, su fe, sonrisas y lágrimas, por los domingos sueltos. Arantxa, mi excompañera, por su silencio y letras, por romper la ausencia, por su invitación y discreción.
Maricamen, la sangre que me quiere a mí, no a mi apellido. La tropa, su infancia y su futuro, allí donde voy a morir para volver a nacer. A Ele, la Prima, la primera amiga, la de funerales y fiestas, la de vinos y terapias, la espiritual, la amistad que llegó con el uso de la razón, mi ayuda legal. Por meter en mi vida a Pino Kiri y a Elisa, me gustan en ella. Mis tíos, Manieve y Gonza, la razón, la practicidad, la mano que pelea con la Soledad total, que espero nunca descubra este diario.
Marta, mi orgullo, mi apellido, mi entraña, mi sueño de superación, mi médico del alma. Su Santi, por enseñarle en su crecimiento, por darle pasitos lentos y juiciosos en su maratón. Begoña, su hermana, mi sangre, mi proceso de madurez, mi cara mejorada en inteligencia, que viene por unas horas para inyectarme energía y pasión.
Que no se me olvide ninguna mano, por Dios.
Cani Cani, Cristina, mi hermana putativa. Por quitarle importancia a las cosas, por aprender y desaprender conmigo, por su ‘vente p’ acá’ en el segundo justo. Por su mirada de «te conozco, te reconozco», por el «los has hecho mal, pero nunca voy a dejar de quererte», por sus «lo has hecho bien y yo te apoyo», por traer a María a nosotros y enseñarme a quererla, divertirme con ella. Por los momentos de mafia y los de agobio.
Ara, por llamadas en momentos de charlas con la Soledad, por coger la mano en el coma más profundo, por darme una isla en el destierro, por su dolor por mí, por su resignada paciencia, por su espera en mi renacer, por no comprenderme y aceptar.
Mavi, por «es lo que hay y esto es vivir», por sus ocasionales llamadas de «estoy aquí», por darle normalidad a lo anormal, por alimentarme sanamente tiempos y estómago. Virginia, porque sé que está, por sus letras que me dicen «yo sé quién eres y no lo olvides», porque me acompaña la imagen de un recuerdo frente al espejo de un baño en un tanatorio. Su mano en mi hombro. Su mirada en mis ojos. Elena Bello, porque me enseña que se puede llevar en los hombros una montaña de dificultades y caminar, para más inri, ligera, jovial y con una sonrisa. Leila, porque para mí es el mejor ejemplo de superación con sentido común, porque es el gato negro más bello que se cruza en mi camino.
Eva M, por permitir mi ausencia en su alegría que sería mi tristeza, por meter con calzador a Cristina H en mi vida para con su energía hacer más largas mis alas, para que me diese el impulso del primer vuelo de reconocimiento. Patricia R, mi única fan, que le da mayor sentido a esto que yo hago, que me dice con su lectura «sirve para alguien más». A Lara, mi nueva compañera, que me ha enseñado a adaptarme a la nueva vida, por sus pequeños detalles, por su estar práctico que me ha liberado de pequeñas responsabilidades, que me ha dado poquito a poco un poquito más de sí, ayudándome a recuperar la compensación. A Dako, mi peludo amigo, que me desespera con sus ladridos y que me acompaña en las lágrimas haciéndose un ovillo a mi lado. Que me obliga a cuidar de otro aunque no quiera. A Peter, Pedro, mi profesor psicólogo, que me llena de optimismo una vez a la semana con las charlas en inglés sobre la semana y los exámenes de cinco minutos.
A Carlos, el buen tipo y vamos a dejarlo a ir. Por espontáneas mariposas de una semana. Por reforzarme en armonizar sentido común con antojo. Por ayudarme a aprender un sano y nuevo talento. A David, Bambino, por inmejorables charlas escritas, por tu generosidad y curiosidad por mí, por tu visión de mí. A D. Edu, por tus apariciones y desapariciones, tu velada o desvelada intención que no descubro y por tus palabras que me llegaron a lo más hondo.
A todos estos tipos y tipas, pobres, ricos, cutres, vacíos maleantes, miserables y fantoches que me enseñaron a decidir firmemente qué no quiero en mi vida. A la falta de glamour que me libró de un destino estúpido y un futuro mediocre.
Y a Mapi y Adolfo. Mis compañeros del Trio. Mapi, por volver, por descubrirme, por redescubrirte, por las otras mil y una hermosas caras que tienes, por los puntos en las cicatrices, por las vendas y tiritas. Porque sin ti este resucitar hubiese sido imposible. Adolfo, por enseñarme a volar otra vez, por indicarme el camino, por enseñarme a amar desinteresadamente, por la maestría y armonía, por traer contigo la sabiduría, a Fede y la música y a Enrique T y la imagen Griega, por darle apellido al Ave Fénix.
Y a ti Julio, el Jardinero Infiel que empuñó la daga que hizo sangrar un ave mejor, más bello, más fuerte, seguro y decidido.
Esta es mi dedicatoria, se la dedico a todos ustedes. A las manos que cubrieron mi esqueleto lleno de plumas, coloridas, sanas y fuertes. Listas para emprender el vuelo.
Me llamo Laura y sigo despierta. Soy un Ave Fénix y mi apellido es «9 Años». @Nueveyears
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