Madrileando nuevos recuerdos

Cinco meses después de mi devolver estoy aquí, en Madrid. Vine sin expectativas, con ilusión y con ganas de regalarle a esta capi que me adoptó durante 10 años algo de mi alegría recuperada y mejorada.

Madrid me ha dado el bien retorno con buen humor pero sin aspavientos. 

¡Hola niña! Se te ve bien…Pareces radiante. Así me saludó Madrid, con sinceridad pero sin mi entusiasmo.

Lo estoy, gracias, es que el devolver me ha sentado de maravilla, sabes malcriada Madrid. Lo sé mi respuesta tiene un punto impertinente, pero es que tengo alguna cuenta pendiente con esta urbe y no lo puedo evitar.

¿Y qué vas a hacer por aquí en esta semanita? Me pregunta ignorando sabiamente mi pique.

Veremos, le digo, veremos…Y así termino la conversación de saludo con la altanera antes de comenzar mi nuevo madrileando.

Estoy vagabundeando por Madrid con banda sonora. Me acompaña El Kanka, Bebe, Giraldo….el recién descubierto por Anita, Ara Malikian, y otros que voy metiendo en la nueva lista Spotify: ’21 días sin ti’. El nombre está inspirado en una teoría de mi prima sobre los procesos de abstinencia…. Pero esa es otra historia.

Y ahí en mi paseo me los encontré…A esos. 

Venían en mi regreso de la manita de mi amiguita Melancolía. 

De visita en La Latina con una que quiero y que quiere robar besos, con otra que respeto y que quiere que le roben besos.

Los vi y reconocí en el reflejo de los ventanales de los bares de La Latina, en las cuestas que llevan a La Escalera de Jacob de Lavapiés, en las callejuelas de gorros de lana y entrepasos. 

Me siguieron joviales al día siguiente. En mi paseo por mi antiguo barrio se escondían entre las hojas doradas de Madrid Río, jugueteaban entre las columnas desnudas del Matadero, se entretenían con sus mocos golgando mientras yo almorzaba de menú la indiferencia. 

A cada saltito que daban tras mis talones, brincos en mi costado y gabriolas en mi nariz, iban soltando estampitas que llevaban entre los dedos: Paseando por Madrid Río con el Jardinero Fiel, descubriendo  con él la decadencia de La Tabacalera, tomando una caña en la Plaza del Cascorro… 

Uno de ellos, el más joven, llevaba otras estampitas. En la tasca Embajadores con El Miserable, cenando en La Cantina, visitando el Mercado de La Cebada….

Hasta que me harté, me paré en seco y me crucé de brazos. ¿ Qué coño quieren? Les grité mientras las estampitas caían a mi alrededor.

Saludarte hija, n’ más.

Francamente su saludo me molestó. ¡Así que éstas tenemos! Les dije reajustando mi plan vacacional en ese mismo momento.

Entonces cogí una bici de alquiler. Nunca antes había paseado Madrid en las bicimad

Después me di una vuelta por El Retiro a deshora y sin motivo. Nunca antes fui a El Retiro a deshora. 

Al día siguiente me vestí de turista de El Prado y lo recorrí de arriba a abajo en busca de Goya…Por el camino conocí a Fortuny y su arte africano y a Giang y su pintura de pólvora. También me reencontré con El Bosco, que ha sustituido a Dalí en mi antojo de mi pintor favorito. 

Con el cansancio, dolor de riñones y revueltas en pasillos,  fui saludando a otros clásicos a los que preguntaba: ¿Y Goya?. Le guiñé un ojo a Velázquez y me entretuve con los majos, duques, reyes, asesinos, asesinados, diablos, miedos y oscuridades de Goya. Nunca en los diez años volví a visitar al pintor de mis recuerdos infantiles. 

Me reencontré con amigos míos y solo míos. Me bebí hasta la madrugada un bar normal en compañía de una amiga a la que amo, otra a la que admiro, junto a Gandalf, el Infollable, la Falsa lesbiana, el Simplón, la Entrometida Teatrera y otros más. Nunca antes había estado en el bar normal  y en esa compañía.

Me regalaron magia que no es imposible y siempre emociona en El Rialto. Nunca antes me habían regalado magia. Nunca fui al Rialto. 

Me presentaron a una nueva habitante del mundo; me anunciaron posibles campanas de boda; me presenté en la recepción de dos princesas francesas y abrí la puerta a la Navidad con la Chupipandi. Nunca antes había entrado en la Navidad con este variopinto traje.

En este madrileando fui creando nuevas estampitas en cada parada. Las metía en el bolso una detrás de la otra, cuidando de no arrugarlas.

Y aquí, ahora, en el aeropuerto de Madrid, preparada para volver al devolver, he cogido las nuevas estampitas, las he atado con un lazo rojo y se las he dado a esos pasmaos tontos que con boca abierta han cogido el pequeño paquete sorprendidos.

Aquí tienen queridos Recuerdos, les he dicho, los nuevos.

Y ahí los he dejado hojeando estampitas lindas y relucientes mientras  mi culo se despedía cruzando el control de pasajeros con bambuleos de cadera, gabriolas y saltitos cortos al ritmo de mi nueva banda sonora.

Hoy se lo dedico a Albert y Pat….Mis anfitriones en el madrileando nuevos recuerdos.

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