Esta es la primera vista que me saludó cuando llegué a Las Palmas de Gran Canaria con un intento de 4×4, mi mestizo perro, Dako, cinco maletas y algunos artilugios más. Me devolví a mi ciudad natal el 13 de julio de 2017.
Llevaba 10 años fuera. De la década, nueve en Madrid y uno, entre Kenia y Buenos Aires. A esta ausencia, le sumo los cinco de Bilbao y los 12 meses de Londres. En total he estado fuera 16 años. A estos hay que pegar aquellos que me aislé dentro de la propia isla. Pongamos unos dos o tres añitos más y llegamos a un nuevo total de 18 o 20 años fuera de mi tierra. En conclusión, algo menos de la mitad de mi vida, y en definitiva, me siento una expatriada, una vieja nueva de Las Palmas de Gran Canaria.
-¿Cuándo vas a empezar el blog? Me pregunta mi prima Ele durante el desayuno, aquella, la bruja, la que tiene ocho meses más que yo.
El desayuno con ella en la calle Pérez Galdós, en la cafetería Pérez Galdós, en una mesita de la terraza, una frente a otra en las sillas repletas de cojines color algodón, es una de esas cotidianidades a las que me he acostumbrado al llegar a Las Palmas G. C., que no Las Palmas.
– Es que primero quiero terminar esa lista de cosas que tengo en la mente. Ya sabes tachar tareas pendientes, le escupo como excusa.
-¿Y no puedes saltarte las tareas?
Le respondo con vaguedad el motivo coherente por el que no puedo saltarme las tareas, sin convicción y sin convencer. Terminé callando observando la mueca «¡Vale, lo que tú digas!» de mi prima, a la que no le sirvió de nada mi balbuceo incoherente.
Así que aquí me tienes. No conseguí convencer a Ele y de rebote tampoco yo me creí a mí misma. En mis pensamientos me he dicho que es que no tengo melancolía que contar. Que sin ese ánimo que tanto gusto le tengo, pues que esto del exhibicionismo no tiene gracia.
Por eso de aquello, este intento. A ver si sin dolor, con la soledad bien a raya y la melancolía descojonaa, soy capaz de seguir con la autoterapia. Tengo que confesar que lo echo de menos. Es que no soy la misma, es que me falta algo….
A lo que iba que me desvío. Pablo del Pérez Galdós, a él me he acostumbrado. Una cara conocida que formó parte de mi paisaje cuando trabajaba en la segunda planta del Cabildo de Gran Canaria. Ahí sigue él, nada se ha movido desde hace catorce años, que se dice pronto ¡Eh!
Otras cositas a las que acostumbrarme. Las voy recopilando en mi mente mientras las revivo en mi devolver.
Las miradas. Las intensas miradas. Las ruborizantes, descaradas, entrometidas miradas ajenas. ¡Madre mía, cómo mira el canari@! Ya lo decía mi amigo Al de Madrid: «Es que Lau, Mapi mira como tú, profundamente…intensamente». Y es que Mapi es canaria. Pues tiene razón. Acribillan las pupilas y si respondes con la vista son capaces de mantener una muda conversación de observación mutua.
Qué más, qué más. Los entrometidos. –Niña, no dejes el móvil en la mesa que te lo roban– ; Con el perro vete por la izquierda de la calle– ¡¡¡Fumadora!!!-. A ésta le respondí entrometida. –Cierra el bolso que han robado aquí a una señora– Todas estas frases me las han soltado por la calle completos desconocidos. Son pocos los días que no recibo un consejo o una sugerencia de un no sé quién por la calle.
Los saludos efusivos. ¡Me encantan! Disfruto ver a ajenos y cercanos con los saludos efusivos de gente que vive en el mismo barrio de toda la vida. Los que más me gustan son los que se dirigen a mí con el ¡Cuáaaanto tiempooooo! sin tener ni idea de si he estado, me ido o me he venido.
Los ¿Qué tal linda?, ¡Hola cariño!. Se han convertido en parte de mi vocabulario diario porque no recuerdo ni la mitad de los nombres de los que me saludan día sí y día también por la calle. No los recuerdo ¡Coño! Así que me paso medio día intentando recordar el nombre de aquel/ aquella que me ha saludado de paseo por Triana.
A ser una vieja eterna novata en el trabajo, que parezco caída de un guindo. De esto me aprovecho un poco, me hace gracia y lo llevo con estoicismo.
A esta mi nueva ambición que solo es personal y espiritual. Y feliz porque otros se lleven el reconocimiento profesional y el dinero para el yate.
A mi perro encantado de tanto cariño, mimo y antojo que le da todo el que le echa el ojo.
A la calima que me tiene achatao el cerebro y taponao el respiro. Al buen tiempo, aunque llueva.
A los mil y un pedigüeños de Triana, que parecen salido del bolso de Meri Popin y que de tan seguiditos que vienen a por una moneda han exprimido la compasión.
Al tic,tac,tic,tac… tiquitiquitaca… Esos son mis pasos por la noche.. Tic, tac, tic, tac…. ¡Una cuca!, tiquitiquitaca, tiquitiquitaca. Las inmortales cucarachas.
Y me acostumbro a soltar el pasado, dejar en paréntesis el futuro y vivir el presente. Francamente, esto me he está saliendo más que bien.
Se lo dedico al Capitán, que a los tres meses de estar en Las Palmas G. C me dijo: ‘Bueno está hecho: has vuelto, tienes casa y un trabajo estable’.