Para el que me lee la bilis negra

Soy canaria, de la provincia de Las Palmas, la isla de Gran Canaria, la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, y vivo en Madrid. He estado casi un mes en mi tierra. Me he llevado conmigo mi empeño en no decidir, mi desgana en no comenzar nada y una maleta de 15 kilos. Me fui a mi tierra motivada por la iniciativa impuesta de mis amigas, Las 8, sin más. Prácticamente toda mi estancia allí la viví empujada por las iniciativas de otros.

Solo al despertar creaba un pensamiento propio. Otros se estiran y desperezan antes de salir de la cama. Yo me mantengo con los ojos cerrados mientras me autoconvenzo con un ‘Hoy va a ser un buen día. Todo va a salir bien’. Entonces me levanto, me pongo el café y miro al mar. El inmenso mar. Infinito mar. Para el resto de la jornada me dejaba llevar por los pensamientos de los demás… casi siempre.

Una Navidad más. Igual y diferente. Estuve acompañada por el barullo de los míos, que terminaba agotándome, y por mi piojosa soledad, que me irritaba al ratito de estar con ella. Así anduve entre unos y otra mientras mi desgana no me permitía llamar a gente que esperaba verme. A ellos, si me leen, que me perdonen. No es mi culpa. Es la carencia en mi capacidad para armonizar compañía y soledad.

En ese tiempo no escribí. La razón la tienen aquellos que dicen que todo lo que digo es muy triste. Esto ahora lo digo con una sonrisa en la cara.

Uno de ellos es Manolo. Me lo encontré una tarde en el Parque Romano, el que guarda al Ayuntamiento, en cuya quinta planta trabajé en un pasado muy pasado.

Coincidí con Manolo por el séptimo cumpleaños del ‘Pequeño Demonio de Tasmania’. Así es como apodo a la hermosa rubita hija de Kani. Mi amiga, orgullosa siempre, le pregunta -Manolo, ¿has leído lo último de L?-. Y, él, medio sorprendido, medio mal disimulado, contesta: -¡Eh!. No. Bueno… Es que es tan triste-. Me pareció que lo decía entre tímido y azorado.

No es el único que me plantea que va siendo hora de terminar con la melancolía.

En cambio esta inspiración mía de bilis negra le encanta a Ruth, una vieja amiga de mi prima Ele, a la que no conozco pero que siempre tiene unas palabras para mis palabras. -Motivador- me suelta con grandilocuencia. Como Eva, mi ex-cuñada, que pregunta entre sus exclamaciones de añoranza -¿Y para cuándo relatos de nuestras aventuras?- Arancha es otra que me anima a seguir con las letras. -¡ Qué bien lo haces!- me dice, y yo le miro ladeando la cabeza preguntándome p’ dentro  -¿El qué Arancha? ¿Escupir?-. Mi prima Ele, que repite y repite:- Escribe, escribe, escribe, que lo haces entre negrura e irónica burla-. Marta, mi orgullo de sangre, me apresura: -Haz el libro o lo hago yo- en una de esas citas de obligado cumplimiento que era de primas a dos bandas y que con su incorporación será de a tres. Kani también reclama su relato de vez en cuando. Yo le pregunto socarronamente sonriendo compartiendo en secreto nuestros secretos: -¿Estás segura Cristina?- Entonces, me mira con ojos traviesos y se retracta para, seguidamente, soltarme con infinita seguridad: -Si tú ya estás cansada de escribir sobre ti-. Lo de Mapi es otra cosa. Quiere que lea y estudie obras de teatro y ensayos. Electra y no sé qué más porque según ella debo aprender esto de explicar emociones con solemnidad. Siempre que está en eso de los pasos que debo dar, yo asiento y  asiento hablando p’ mí –Se te hace grande, querida- mientras sigo asintiendo y asintiendo con un variado ¡Mmmm! ¡Mmmm!.

Y están otros, a los que no he tenido el placer de presentarme formalmente, que de vez en cuando me mandan mensajes privados por la necesidad de comentarme algo que he trazado con letras.

También dejé de escribir porque esto se me estaba escapando de las manos. Me di cuenta viendo la estadísticas que me lanzan cifras que superan las 13.000 visitas. Me aturulla porque no tengo ni idea de quién me lee. Y es que, el que me lee me conoce. Un poco incongruente para alguien que se vino a Madrid porque el anonimato le parecía de lo más atractivo de la existencia.

Dejé un ratito de escribir mientras pensaba hacer algo de provecho con éste, dicen, talento. Mientras tanto me iban proponiendo proyectos, todos relacionados con las letras. Todos interesantes, todos motivadores, ilusionantes y casi todos relacionados con la existencia femenina.

Menos el de Oli. Con Oli sí tuve la iniciativa de verme porque su propuesta me produjo inquietud ante lo inesperado. Ahora ando entre estas letras y las que comparto con él. Vamos a crear a cuatro manos. Por el momento mi disciplina se ha desperezado hasta para programar fechas de entrega. Un reto para alguien que se ha impuesto la firme decisión de no tomar decisiones. El personaje que yo crearé será hombre. Es todo un ejercicio de creatividad y un reto porque me voy a poner en la piel de un alma masculina y, francamente, no lo veo fácil. Yo escribo desde muy adentro y ese adentro mío es muy femenino.

Oli y yo nos sentamos en una terraza de la calle Cano y comenzamos a definir cómo lo haríamos. Me dice -Pensé en inspirarme en alguien que admiro-. Ahí decidí que no, que no iba a ser mujer, que mi personaje sería un hombre y que tampoco sería admirable. Sería un hombre de grises, con virtudes y demonios, debilidades, carencias y fortalezas. Sé perfectamente que hombre me va a inspirar. Puede que escribiendo sobre él, deje de pensar en él.

Y de ahí a aquí, que dejé de escribir, porque también sé de alguno que me lee al que no quiero mostrarle ni mi dónde, ni mi cómo, ni mi cuándo.

Pero… No hay cosa que me produzca más placer que beberme un vino y escribir. Así que bienvenido el que me lee que no conozco y un «Ande yo caliente» para el que me lee que conozco.

Y.. sigo preguntándome ¿13.000?  ¿Quién coño está leyéndome?

En canario:

A ustedes.

Los que me leen.

Encantada, mucho gusto.

Este primero de 2017 se los dedico. 

@CuentaMatilde

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