Pactos paranoicos con los que te juegas el alma

Cerré mi puerta verde de metal tras un adiós de los de para siempre y un ángel me escribió. Al uso moderno, por wasap. Parecía que esperaba a que cerrase las burlonas puertas del infierno para darme unos toquecitos en la espalda.

Le contesté rápidamente. Recogí cacharros, hice la mochila, guardé la comida de mi Dako, tiré a la basura un cepillo de dientes que ninguna utilidad tendría ya, arrojé con rabia una toalla a la cesta de la ropa, cerré persianas y puertas y me marché para escapar del luciferino calor y de lo que prometía ser un día dramático, paranoico.

Este fue el desenlace de sucesos delirantes que me habían engullido hacia un escenario en el que no distinguía la verdad de la mentira, la bondad de la maldad, la realidad de la ficción, la preocupación del uso, el valor de la cobardía, la frialdad calculada de los atribulados sentimientos, el dolor del amor, el aprecio del desprecio. El establecido inframundo se había instalada en mi casa y yo le había dado permiso. 

Así, secuestrada en esta amorfa dimensión daba vueltas en círculos cuando el ángel me invitó a visitarle. Cogí agua, a mi perro, el coche y fui a arroparme entre sus brazos llena de temor, duda, dolor, puertas semiabiertas, estrujada por sensaciones enajenadas, agarrándome el alma con una mano mientras con la otra llevaba el volante.

Llegué, el ángel me abrazó y desparramé el llanto rojo que brotaba desde esa alma apenas socorrida por una mano. Cuéntame L.

Es que firmé un pacto paranoico con un mísero demonio. 

midiablillo

Se lo conté todo. Desde el primer día en el que me echó el ojo. Le conté los pasos que dio. Le conté las señales que fui descubriendo a medida que iba sobando mi alma. Como se presentó disfrazado de una apariencia que como mínimo me llamaría la atención. Él sabía que conmigo eso no era suficiente y entonces buscó más accesorios y se adornó de educación, galantería y corrección. Captó mi atención y mi deseo. Así y todo, sabía que necesitaba más por lo que cargó su mirada de profundidad, rebuscó en las palabras mi necesidad y acopló su cuerpo para encajarlo con la máxima precisión.

Y lo consiguió. Su aspecto conquistó mi vanidad. Su galantería mi feminidad. Sus palabras cubrieron mis carencias y su cuerpo mi deseo. Me embrujé de lleno porque soy como una pobre alcohólica que continuamente intenta rehabilitarse pero que, con pequeña que sea la tentación, cae de cabeza en una piscina llena de evasión.

Trajo consigo las señales para hacerlo más divertido.

Al tercer día vi la primera. Pelirroja, Morena y Rubia. Como si fuese más lista que él le conté mi descubrimiento. Asintió y me observó. A los 10 días me topé con la segunda. Compromiso establecido. Me la mostró para irme preparando. Seguía observando mi reacción para ver hasta donde le permitía llegar con su capricho. A los 30, otras, en esta ocasión mucho más claras. Evidentes: Muñecos de nieve, silencios, gallos veletas y otros menesteres. Me quedé mirándolas, me quedé quieta por unos días y observé intranquila. Parecía como si estuviese ablandando la carne de mi alma mientras iba enciendo el fuego y calentando la sartén.

Moviéndome entre esas señales, la tonta que escribe aquí en ese momento aún creía que era más lista que él, que podía jugar mejor que él y que sus secretos no podían con ella.  

Nada más lejos de la realidad. El pícaro y astuto demonio ya me tenía estudiada y posicionada en el tablero. Jugueteaba intercambiando los dados de mano a mano, preparándose para el siguiente movimiento. En mi turno le reté con esta estúpida mirada de lista. Di el paso que él quería, le propuse un pacto de plazos. Un pacto en el que pasase lo que pasase yo perdía. El altanero diablejo inclinó su bello rostro y asintió con cerrada sonrisa.

Siguió por un tiempo con su disfraz mientras iba mostrando señales para recrear el ambiente perfecto de luces y sombras, salpicado de incertidumbre, excusas, desapariciones o alternativas imposibles. 

Pistas, migajas que no quería ver pero que se incrustaban en mi sentido común. Esos pedacitos iban uniéndose para crear el puzle de su verdadero retrato. Lentamente, yo iba notando los pinchazos en el alma y los avisos en la cordura. Oía las voces, pero no las escuchaba: Cuidado.

Me decía a mí misma: Soy más lista, yo puedo con esto, yo cambio el final, yo gano el juego. Me agarraba a la falsa ilusión, a la esperanza creada por cuentos infantiles y a la majadera comprensión para justificar esas señales inequívocas. 

Al pobre diablo se le acababa el tiempo, pero no contó con algo, con mi libre albedrío y mi falta de control que, en esta ocasión, me sacó del enfermizo juego.

Eso le dio miedo. Porque señores míos, los diablos son juguetones, perversos y muy, muy cobardes. Ya el juego no le divertía, sabía que no podía sacar más de él, que no había más casillas para avanzar conmigo y entonces enseñó su última carta, mostrarse tal y como es para apostar y confiar en mi sentido común, a ver si así conseguía librarse de mí sin ser descubierto en sus otros tableros.

Se lo conté todo a mi ángel, todavía con esa arrogancia de bruja intuitiva que el bello ser lleno de luz tiró por la borda en un segundo. No L, no era intuición lo que te llevó al final. Era la obviedad. Llegaste a la verdad. Todavía quieres buscar otras razones. Quieres justificarlo. Quieres pensar que no es lo que parece. Quieres creer que habrá otra final. Que es lo que quieres que sea, no lo que realmente es.

Pero no, L. La realidad es esta: Te dijo que su novia venía, te dijo que le hacía ilusión su llegada, te dijo que le molestaba el poco tiempo que se quedaba, te preguntó si ibas a cumplir el pacto, que era lo que más le preocupaba, te dijo que él tenía una vida establecida y se durmió. Ahí se quitó el disfraz, la mirada profunda, la observación constante, la falsa preocupación, la galantería y educación y, sin mirar dónde la tiraba, soltó el alma que le habías regalado sin valorar su merecimiento.

Caíste en tu adicción. No es de extrañar y sé que para ti es difícil ya que al estar acostumbrada a vivir con dolor no puedes evitar buscarlo. Te sientes viva con él. Tú para los diablillos juguetones eres un caramelillo sabroso y fácil de engullir. 

Ayer lloré. Hoy me levanté con esa clara y evidente realidad entre mis sueños. Sin lágrimas en los ojos. Abracé a mi ángel y  volví a mi casa. En mi cabeza se suceden las imágenes, las palabras que insinuaban promesas, las señales del juguetón, la inequívoca estupidez, la intensidad de la unión corporal, la conexión con un alma devoradora, el deseo carnal. Caí como una tonta más de este mundo. Yo que me creo tan lista lo cuento sonriendo. Yo, que me creo tan lista. 

Los pactos paranoicos tuvieron su fin… Como no podía ser de otra manera: Perdí o Perdí. 

El pobre diablillo ahora está jugando en otros tableros. El mío lo ha abandonado por completo. Se ha dejado de disfraces y se ha escondido de mi mirada a través del planificado silencio. Intuyo que por miedo a que lo descubra y por aburrimiento.

A mi penoso diablillo le quité el disfraz con cariño y antes de despedirme le dije: Al fin y al cabo lo único que me has dado son Mentiras, Falsas Promesas y Sexo, mucho Sexo. También le aconsejé sin mucha esperanza por si alguna vez pensaba dejar de jugar con las almas ajenas: Ten ojo, un día el disfraz se arrugará y entonces se te verá tal y como eres. Ese día nadie querrá jugar contigo. Mi adorable diablillo, el demonio que consiguió que le amase, asintió.

Seguro que ahora mi amado y listo o tonto diablo sigue preocupado por si le quito el disfraz frente a otras miradas, mientras se prepara para jugar en su mundo establecido habitado por alguien que a saber si es más tonta o no que yo. Que a saber si es otro mísero diablillo o un alma estúpida. En esta ocasión he mandado callar a mi intuición.

También le dije que todas las palabras, actos y reacciones tienen consecuencias. Yo al escribir esto soy consecuente con las consecuencias.

Hoy se lo dedico al ángel, Marlene, que espera traer a J, otra alma masculina o femenina, que ayudará a otras almas, tontas o no, a que la humanidad no esté compuesta solo de demonios, vampiros, zombis y diablos. 

Mi  amado y particular diablillo, que comparto con muchas otras almas tontas, algún día se aburrirá y leerá esto. Para él esta canción que me ha acompañado en mi vuelta a casa: Chambao- Camino Interior-

Ya he empezado el cuento de La Luna, pero en esta ocasión no lo voy a desgranar en BBB. Voy a escribir un cuento de principio a fin y lo voy a editar. A saber en qué terminará y qué género será. Con ello cumplo un deseo del altivo demonio con el que me he tropezado: No Olvidarlo. 

Mientras tanto, vuelvo a coger la maleta, a mi perro y me voy a perder un poco para poner más tiritas a mi alma. A ver si se aguanta sin ayuda de una mano.

@CuentaMatilde

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