Volví a la montaña. Fortu me enseñó la montaña. La escalada. Subir rocas y llegar a la cima. Fortu fue mi primer amor. Tenía 17 años. Creo que me enamoré de él. Digo creo porque aún hoy en día no tengo muy claro esto del enamoramiento. ¿Es necesidad? ¿Es incondicional? De verdad que no tengo ni idea. De verdad que a día de hoy no tengo maldita idea de si me he enamorado de alguien. Sí sé que tengo necesidad de alguien, de algo. Ni sé qué es… O sí.
Pero, ¿Me he enamorado? Sé querer. Quiero a mucha gente. Deseo que muchos que viven en mi alma sean felices, les vaya bien, no sufran, compartir con ellos mi vida. Esperarles, comprenderles, acompañarles, ayudarles. Estar. Tengo esa necesidad de protegerles. Así que, sé que sé querer. Pero, ¿sé enamorarme?
Voy a escupir. Los que me conocen y aquellos que me leen saben que yo escupo.
Pues eso. Volví a la montaña gracias a Mini que por fin hizo caso a mis suplicas y me llevó.
¿Les cuento lo qué pasó? ¿Les cuento por qué volví?
La montaña, la escalada es un detector. La roca sabe perfectamente cómo estás de la cabeza. La roca te dice al segundo si tienes miedo de la vida, si te sientes insegura, si no confías, en ti, en el otro. La roca al segundo te dice si algo anda mal en tu cerebro. Te dice ¡Ojo! tienes que arreglarlo. Y yo, que cada vez amo más partes de mi cuerpo, la que siempre he cuidado con esmero hasta llegar a la obsesión es la cerebral.
Volví a la montaña para saber cómo andaba mi cabeza. Sabía perfectamente que mi cuerpo no estaba para aguantarse a sí mismo. Pero necesitaba un diagnóstico cerebral y la roca es infalible.
Afortunadamente, en esta ocasión estaba bien cuidada mientras me exponía al examen. Creo que Mini ni sabía lo que pretendía cuando le suplicaba que me llevase a la Roca, la inequívoca Roca.
Volví a la montaña. Subí la roca para exponerme a mis miedos. Mientras subía escuchaba voces que no me conocían: «Muy bien. Venga, tú puedes. No te niegues. Las piernas. Busca el apoyo. Que sea firme. Párate. Descansa. Mira bien dónde poner el pie. Tómate tu tiempo. No hay prisa. Disfruta. Ya, no lo pienses más, sube, es el momento».
En la montaña escuchas y crees ciegamente todos esos mensajes que quieres oír en el día a día. Pero, hoy por hoy, en ningún lado los he creído tanto como cuando escalo. Proceden de completos desconocidos a los que he confiado completamente mi vida. No me preguntes cómo es posible, pero nunca me he equivocado. En la Roca, nunca. Cuando bajo, casi siempre.
Subí a la Roca. Tuve ayuda y la acepté. Mi cabeza no la necesitaba, pero mi cuerpo sí. La agradecí y aproveché. Escuchaba: «No tengas miedo, disfruta, no sufras». Esos consejos no hacían falta. No tenía miedo y disfrutaba cada movimiento. Lo único que me preocupaba mientras subía era no llegar a la cima. Que mi cuerpo no respondiese. Mi cabeza, en cambio, solo tenía un mensaje: SUBE, PUEDES.
Llegué. Gracias a la ayuda de Mini y de desconocidos a los que nada les importo y que me dieron todo su tiempo.
Llegué. En la cima la Roca me dijo: «Bueno, te ha costado ¡eh! Tranquila. De la cabeza andas muy bien. Recuerdas aquellos años cuando creíste enamorarte por primera vez. Ahí sí que andabas mal. Estabas floja de neuronas. Te notaba confundida, desorientada y miedosa. Sé que yo te gustaba, pero era demasiado peligrosa para ti. Lo siento querida, pero por mis lomos no pueden andar confundidos. Tienen que saber dónde ponen el pie. Es la clave para el impulso….En fin, que te voy a dar lo que vienes a buscar. Te he leído la cordura».
Tranquila Laura que te cuento: La altura te ha importado muy poco. Has forzado tus músculos hasta llegar a cabrearlos. Te obcecabas en el intento de avanzar con solo la fuerza de tus brazos hasta que parabas y escuchabas -Busca el apoyo firme con los pies-. Primero, los pies. Me observaste. Me estudiaste y me pisaste con firmeza. Avanzaste. Sin la ayuda de Mini, Jaime y Tito, el desconocido, no hubieses podido. Lo sabes. Pero, tu cabeza no se paralizó, no sentía temor, confiaba, tenía un empeño, solo quería llegar a la cima. Iba a por la cima, con ayuda ¿Por qué no? Llegaste.
En definitiva, Laura, tu cabeza anda bien teniendo en cuenta los tiempos en los que estamos y tus circunstancias. Ojala hubiese estado así en aquella vieja ocasión que nos presentaron. Hubieses llegado a la cima más alta. Hubieses podido con todo.
Eso sí, perdóname querida, pero si me quieres ver más a menudo, ahora preocúpate de tu cuerpo que lo noto flojo p’ otras visitas».
Eso me dijo la Roca ayer.
Cuando tenía 17 años y subía la peligrosa Roca, me decía a mí misma: Si soy capaz de esto puedo con todo. Hoy, tras escuchar a la Roca, decidí dar otro paso firme: Avanzar y no esperar a que nadie dé el paso por mí.
La Luna contará su cuento, porque los cuentos aunque sean ficción son bonitos y todos necesitamos cuentos bonitos… Hasta yo. Mientras tanto… yo seguiré escupiendo.
Hoy se lo dedico a Mini, a Jaime, a Tito y a la Roca.