Sentir, reír y compartir con M. Mestre. @CuentaMatilde

Curioso como actos espontáneos en tiempos indeterminados te llevan a futuros momentos únicos. Curioso, muy curioso.

En febrero, con el alma machacadita con mortero por el desenlace que vivimos la familia con la muerte de mi primo hermano David, hice lo que tenía que hacer, seguir viviendo. Como si pudiese aparcar en un garaje y por un día ese dolor que produce ver sin remedio como alguien que forma parte de tu vida desaparece.

Pero es que en mi familia hemos hecho callo en el alma con esto de la muerte. Para nosotros forma parte temprana de la vida y cada vez que toca en el hombro de algunos de nosotros ya la miramos con resignación y familiaridad. Como si fuese un desagradable conocido cercano y malcriado que siempre se presenta en tu casa sin avisar.

Cuando se encaprichó con David nos jodió hasta llegar a la rabia. Nuestra peculiar resignación no resurgía tan fácilmente como en otra ocasiones y a punto estuvimos que coger y  pegar una buena hostia a la puta muerte a pesar de ese inmenso respeto que siempre le hemos tenido.

Se pasó. En esta ocasión se pasó. Fue como decirnos: «Como veo que ya no les afecta tanto, les voy a lanzar un golpe de efecto». Y bien que lanzó la Guadaña. Bien que la lanzó porque no podía elegir a otro que más aprovechase la vida y que menos falta le hiciese su visita.

Y como arma de ataque utilice a Charlestón.

Con esta falta de resignación y rabia dolorosa, me vestí de rojo, me marqué los ojos, me cubrí de plumas y con descaro sinvergüenza disfracé mi gesto. Y así, por un día en la pecaminosa Charlestón me convertí para olvidar a la puta muerte, que maldito respeto ya le tengo, y a la vital memoria de mi primo hermano, David, hacia el que siento mucho más que respeto.

De Charlestón me presenté para emborrachar mi alma y dormir mis sentidos y sensaciones, que andaban ellas ya bien trastocadas de antes. De Charlestón miré con la intención más descarada al flash y de Charlestón me ofrecí al mundo virtual. Y ahí andaba desde entonces mi falsa imagen de mascarita como una estampita más con la intención de atrapar a algún conquistador observador.

Y fue Charlestón quien charló con Monsieur Mestre para después, picaronamente y con el mismo descaro con el que realizó el saludo inicial, quitarse la peluca, las pestañas postizas, el maquillaje recargado, el falso lunar y las plumas rojas.

Y con la cara limpia, el pelo revuelto, el anodino negro por ropaje y sin intención en la mirada, yo me tomé un vino con el simpático, seductor y atractivo Monsieur Mestre.

Desde entonces, le digo de vez en cuando Beber, Bailar, Besar, a lo que él responde: Sentir, Reír, Compartir. 

Y en eso estamos…hoy por hoy.

Hoy se lo dedico al querido Monsieur Mestre, cuyas curiosas expresiones ya empiezo a meter en una pequeña cajita mental. @CuentaMatilde

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