“No es lo mismo”. Ésta era una de tus frases más recurrentes. Para ti yo no era igual que tú y por eso no era lo mismo. Ahí tenías razón. No somos iguales.
No es lo mismo mi sentido del respeto, del espacio, de la dignidad, del orgullo, del entendimiento, de la compasión, del perdón, del querer, que el tuyo.
Cada uno piensa que la realidad propia de estos conceptos es la verdadera. Para cada uno tiene un significado diferente.
Es verdad. No es lo mismo.
“Yo no hago lo mismo”. Otra de tus grandes frases para justificarte, Como si con ello implantases cómo deben ser las cosas. Es verdad. Tú no haces lo mismo. Tú lo haces diferente.
Lo siento de corazón pero sigo dándole vueltas. Entiendo, sé que tu realidad es otra. Puedo visualizarla, aunque me cuesta creer que sea de esa manera simplemente porque no se ajusta a la mía.
En mi esencia, en lo más profundo de mí está esa necesidad imperiosa de comprender, de entender, de responder al ¿Por qué?
No tengo respuestas. Creo que ese es el motivo por el que no consigo perdonarte. Lo intento, pero no puedo. Mi interior no me deja. Porque has hecho cosas tan incomprensibles para mí, te has comportado tan injusto, has pensado tan poco lo que hacías, e incluso a veces, has hecho tan consciente, que no puedo perdonarte.
Y necesito perdonarte. No por ti, por mí.
Van a pasar cinco meses. En el ridículo calendario familiar que pusimos en la cocina con cinco casillas para rellenar, en el medio de ellas voy marcando el tiempo. Supongo que lo hago para no olvidar. Sabes lo de mi memoria.
En este tiempo he evolucionado. No sé hacia dónde, pero sé que ahora estoy en el punto de los recuerdos. Todos son dolorosos, los buenos y los malos.
Estoy convencida de que tus sentimientos no son los mismos porque tu realidad es otra. En tu realidad, tal y como yo la visualizo, porque no me has hecho ver otra cosa, no hay más centro que tú, tus necesidades, tu mundo, tu vida, tus sentidos, tus apetencias.
Es verdad que alguna vez intentabas equilibrarlo para introducir algo de lo que yo buscaba. Pero te agobiaba tanto, te descompensaba tanto, suponía tanto sacrificio para ti, que corrías como un loco a ese epicentro tuyo donde estaba ese equilibrio en donde yo sobraba.
Es así como visualizo la amorfa realidad que compartimos juntos. Un pasado que sigue muy presente en donde yo sobraba por momentos, en los que era invisible, en los que estaba relegada, en los que lo que yo hiciese o dijese no importaba, en los que mi presencia irritaba, mi pensamiento molestaba, mis reacciones provocaban.
Es verdad amor, no es lo mismo. No vivimos lo mismo, no sentimos lo mismo, no compartimos lo mismo, no seguimos en lo mismo.
No puedo evitar preguntarme ¿Qué haces ahora? ¿Qué sientes ahora? Sé que sigues pensando igual porque tu realidad está compuesta desde tu origen y no creo que nada, ni nadie lo cambie. Son preguntas que hago, pero no quiero las respuestas.
Ahora lo que hago es enmarcar esa realidad en estas letras y cuando termine con ella escribiré un fin y cerraré el libro. No sé hasta dónde llegaré, no sé cuántas páginas rellenaré. Pero, querido mío, es mi manera de afrontar la realidad. Es mi manera de conseguir perdonarte. Y necesito perdonarte. No por ti, amor, por mí, porque sé que en tu realidad lo que yo sienta no está en tu epicentro.
Tienes razón cariño, no es lo mismo y no lo hacemos igual. Fíjate en la foto. Puede que ahí tenga alguna respuesta. Es verdad, no es lo mismo: yo soy roja, tú azul.
Hoy se lo dedico a la decepción.