Cuando uno se pasa un largo tiempo en coma. En la clase de coma que yo he vivido. Y, de repente despiertas, con brusquedad, rabia, con ansias de abrir los ojos de par en par, para empeñarte en mantenerlos abiertos como dos lupas. Cuando estás en esa fase de reciente despertar, comienzas la época de la euforia versus disforia. Lo sé porque lo vivo y ya sabes que otra vez me ha dado por contar lo que voy experimentando en mi vida.
Disforia es un estado anímico. No recordaba su significado o no lo conocía. No sé, no me acuerdo. Mi amiga la Ratita, que no suele utilizar terminología de eruditos me escribió y explicó por wasap su sentir del momento con esta palabra. -Que llega tras la euforia-. La descripción es incompleta y solo detalla una posible consecuencia tras una noche de marcha, bebiendo y conociendo a todo tipo de gente, la mayoría decepcionante. Aunque no recuerde la conversación apostaría que su disforiodía provenía de esto.
Hoy he buscado un significado más completo de disforia. Porque ¡Ay de mí! creo que la padezco. «Un desarreglo de las emociones y se puede experimentar en respuesta a acontecimientos vitales ordinarios, como la enfermedad o el duelo».
Sin duda vivo un momento de disforia tras mi coma. Con ese empeño mío en mantenerme despierta tengo arranques por chutarme con sobredosis de vida y en menos que canta un gallo soy la más ferviente wasapera atenta a cada mensaje de grupo de amigos o individuos, sigo cada entrada que se comparte en Facebook y me apunto a una quedada aunque sea para beber un vaso de agua. Incluso soy capaz de confirmar mi asistencia en dos sitios distintos a la vez.
Es un comportamiento que he observado en otros cuando andaba en mi coma. No lo he reprochado, pero sí mirado con indiferencia mientras repudiaba y maldecía la existencia del wasap, ridiculizaba el dichoso Facebook y me sorprendía de la manía constante que tenía la gente en contar qué estaba haciendo a cada segundo.
Y ahora yo estoy con euforía wasapera, facebookera, con bolso en mano saliendo por la puerta cuando menos te lo espera y narrándolo a quien me quiera ver u oír. No creo que me dure este estado anímico eufórico. O eso espero porque noto que acumulo cansancio. Mis dedos no están acostumbrados a tocar compulsivamente la pantalla del móvil para abrir la caja de las conversaciones, mi instinto de lectura ya me está exigiendo que agarre un buen libro en sustitución del Facebook y mi bolsillo me da toque de advertencias porque la euforia lo está dejando vacío.
Pero me mantengo en este amigable y divertido estado porque, aunque siempre digo «Miedo al miedo», tras él viene la disforia, y francamente algo de respeto le tengo. Cuando se presenta, la melancolía me saluda, la incertidumbre se instala a mi lado y el pesar me acompaña. No me gusta, nada, sufro con la disforia, pero aún así, siento y es mejor que estar en coma.
Sé que tengo que dar más pasos con mis piernas medio dormidas, torpes y cansinas. Sé que daré una buena zancada que me saque de la fase Eurofia vs Disforia. Pero, señores míos, la Euforía es entretenida, así que le he dado de plazo para que conviva conmigo hasta septiembre. Después, carpetazo y a otra cosa.
Pensándolo bien. Y qué más da. Lo más importante es que no estoy en coma. Eso sí que es peor que la disforia.
Dedicado a la Ratita por enseñarme o recordarme qué es Disforia y a Leila, que no sé por qué escribí esto pensando en ella.